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“¡Déjame en paz. Basta, basta ya!”



Éste es el grito de desesperación de un niño de 12 años acosado por su agresor desde hace algunos meses. Lo lleva sufriendo sólo, porque como os comentaba en el artículo anterior las agresiones no sé dan nunca en presencia de los adultos.

El Bullying no da tregua. Un insulto, una agresión…, se pueden dar en cualquier momento y en cualquier lugar. Es como caminar sobre un campo de minas. La víctima vive continuamente amenazada, no importa donde pise.

Por eso es habitual que desde el miedo y la impotencia que sienten empiecen a decir que no quieren ir a clase, que no les gusta el colegio o que no se encuentran bien. Cualquier cosa antes que tener que afrontar 8 horas de tensión insoportable.

Padres y profesorado se sorprenden de que las víctimas no pidan ayuda, de que no compartan el calvario por el que están pasando. La clave está en la falta de recursos emocionales de estos chicos/as para gestionar estas situaciones. Entre ellas, la incapacidad de explicar lo que les pasa.

Ayudémosles como adultos a ser libres, a ganar confianza, a respirar su vulnerabilidad. La autonomía emocional pasa potenciar su curiosidad, sus ganas de descubrir sin caer en la sobreprotección. Nos equivocamos cuando les repetimos constantemente, “no pasa nada”, “no ha sido nada”, “no tengas miedo”.

Dotémosles de recursos, enseñémosles a poner palabras a sus emociones y a compartirlas. Algo que puede cambiar sus vidas por completo. Si no adquieren estas herramientas a tiempo es posible que en el futuro se sientan amenazados y vivan con una continua sensación de estrés siendo poco o nada asertivos.

Serán dependientes de los demás, reaccionarán al entorno y mantendrán un carácter inhibido, sin defensas, viviendo en una constante amenaza de lo que le rodee. Y no sabrán verbalizar lo que les pasa.

¿Vale la pena correr el riesgo? Yo creo que estamos a tiempo de dar al fenómeno del Bullying la importancia que merece y trabajar en equipo para detectar y reconducir estas situaciones evitando las que pueden llegar a ser graves consecuencias.

En mi próximo artículo os hablaré sobre el agresor y su entorno. Aunque tal vez pueda no parecerlo, él/ella también sufre.

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