Carta a mi Alegría
Esto es algo que tenía pendiente... Querida alegría, Hace tiempo que quiero escribirte esta carta, pero lo voy dejando, lo voy dejando…y ya me he dicho: ¡de hoy no pasa!
¡Qué bueno verte cada día!, me pone muy contenta saber que te tengo tan cerquita.
Cuando despierto, ahí estás y cuando me arrullo para dormir por la noche, también te tengo. ¡Ua! Es una pasada.
Tengo tanto que agradecerte después de aquello… que voy a ver si sé por dónde empezar:
Te agradezco que me animes a ponerme en pie cada mañana, que me animes a mirar por la ventana y respirar lo que veo, a caminar en tu emoción sonriendo, a escuchar los sabores y a saber tocar los aromas de mi vida.
Me has dado tanto...
Has hecho que aprenda a ponerme en los zapatos de los demás… ¡fíjate! hasta con Don Ernesto, ese cliente que siempre está de mal humor, que siempre viene o llama, refunfuñando entre dientes. Es, incluso a veces, mal educado (o me lo parece a mí) cuando pide las cosas de esa forma que te puede llegar a sacar de quicio, y que te entran ganas de contestar le con una fresca… pero gracias a ti, es como que me contengo mágicamente, y logro entender qué le pasa en su vida ( porque entre voz y voz, me la ha ido contando estos años) y puedo llegar a comprender lo que de verdad quiere decir con sus malas formas... así que le sonrío, le escucho, y procuro que siempre también se vaya contento. No te creas que es fácil, eh? Pero intento hacerlo sencillo… como no tengo que estar de acuerdo con él puedo comprenderle y hacer que hasta se sienta mejor… además yo también a veces he estado enfada con el mundo. Ya sabes…
Te agradezco que estés conmigo porque gracias a ti puedo concentrarme cuando hago cosas en las que tengo que prestar atención… ya sabes que después de trabajar estoy estudiando inglés (que lo tenía oxidado y el año que viene quiero ir a Londres…) Las clases empiezan a las seis de la tarde, (cuando salgo de trabajar) y acaban a las diez de la noche, lunes, miércoles y viernes… ¡un tute que no veas! Sobre todo a última hora… y a pesar de eso, estoy tan despierta y curiosa por aprender cada día algo nuevo...je je je, así cuando voy y vengo en el metro voy mentalmente practicando esas nuevas palabras… Cuando llegue a Londres, me voy a defender genial con el idioma… y sólo pensar en ello aún hace que me guste más la idea.
También te quiero decir, que poco a poco voy consiguiendo lo que me propongo… el camino no es de rosas, y a veces también me desanimo y tu hermana la tristeza, aparece… Es tan distinta a ti… a ella también la escucho y la tengo en cuenta… pero enseguida pienso en tí y sigo adelante. ¿Te acuerdas que quería ir a la montaña aquella tan alta y subirla? , yo pensaba que ya nunca podría hacerlo y como todos me decían lo mismo: no vas a poder, no estás en condiciones, es un riesgo subir por allí, no sirves para eso, busca otra que sea más fácil…que pensaba que nunca podría conseguirlo. Pues resulta que conocí a un grupo de gente especial que hace excursiones y me uní a ellos. No veas, cómo me han ayudado y el domingo pasado subimos al pico. Una sensación indescriptible…otro día te la cuento, ¿vale?
Estar de buen humor también te lo debo a ti. Me gusta mi casa, me gusta mi barrio, mi ciudad. Me gusta mi chico, me gusta mi familia, me gustan mis amigos. Cuando soy consciente de ti me fijo en lo que me gusta. Y cuando a lo mejor te pierdo de vista, también pienso en lo que me gusta y en lo bueno que tengo en mi vida. Ya sé que después mi accidente nada ha vuelto a ser igual, pero justo por eso valoro todo tanto y soy tan optimista, porque siempre ha estado en mí la esperanza. Juntas tú y ella, hacéis un buen tándem.
Tengo que escribirle también a tus hermanos, el miedo, la tristeza y la ira... ¡a ver cuando me pongo!
Bueno, ya voy acabando…ahora ya me siento, aún, más feliz, por poder enviarte esta carta. Estar contigo y tenerte es de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Gracias Alegría.
Nuria
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